Victoria piensa que este verano va a ser el más duro, aburrido, largo y tedioso de toda su vida. Su madre la ha mandado a casa de sus abuelos, que viven en el campo, donde no hay WiFi, los datos del móvil llegan lentos, y el centro comercial más cercano está a cinco kilómetros en coche. Sin sus amigos y con la única compañía de Bert, el perro de la casa, la joven se dedica a explorar los alrededores sin descubrir nada interesante... Hasta que da con la archiconocida Casa Rota, un edificio abandonado de crudo color blanquecino rodeado por flores silvestres y hiedra trepadora. Victoria descubre allí algo que nunca pensó que encontraría.