Mi vida era perfecta. Vivía en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, la ciudad en la que mucha gente de este planeta desea vivir. Y yo tenía ese privilegio. Vivía en una casa de la 5 avenida, uno de los sitios más lujosos de esa ciudad. Como decía mi madre, mi vida era como el caramelo más dulce del universo. Lo tenía todo, dinero, amigos, fama, familia... Hasta que un día mi dulce caramelo, se volvió amargo. Ese fue el día en que mi madre nos abandonó, hace ya un año.
Mi madre nos abandonó el 8 de agosto, un día antes de mi cumpleaños. El día que ella me prometió que sería perfecto, el día que me llevaba recordando un año atrás, diciéndome que 18 años solo se cumplen una vez en la vida y que por eso debía disfrutarlos del mismo modo que ella los disfrutó, decía "Tranquila Isabela, va ser un día perfecto, será tu día". Pero mi madre decía muchas cosas, y ¿dónde se quedaron todas las promesas que me hizo? ¿¡DONDE!? Pues ahí escupidas en el aire como veneno que rondan por mi cabeza haciéndome recordar que me abandonó.
Y aún no lo he superado, aún sigo pensando en lo que me dijo y me pregunto si todas esas palabras, esas promesas y esos te quiero, eran reales. Y me voy dando cuenta de que solo era una fachada de sentimientos fingidos que llevaba puesta para ganarse mi amor y mi cariño. Y ahora me doy cuenta de que no le importo y de que seguramente se ha olvidado de mí.