- Ya es hora. Niego con la cabeza. -¡Dije que ya es hora! -Es tu destino, no el mío. No quiero que esto acabe así. - Ya no hay vuelta atrás. Tomo el cuchillo con la palma de mi mano en la parte filosa, y sangre comienza a derramarse. -Solo dime ¿Lamentas que nos hallamos conocido? -Es culpa de ambos. El eclipse de la luna se refleja en mis ojos, volviéndolos rojos al igual que todo el cielo. -¡No! - vocifera. Una lágrima cae por mi mejilla hasta mi mentón y miro el brillo y el rojo de sus ojos de sus desvaneciéndose. -Lo siento, pero... Jalo su brazo de manera que su espalda esté contra mi pecho y coloco el cuchillo rozando su cuello.-Es mi maldición, tú destino y nuestro castigo.