Frida escapa de algo que se oculta en cada desgracia que la rodea. Lo que empieza como noches sin poder dormir se convierte en una pesadilla real, siempre acosada por la misma aparición: Una persona desaliñada con la cara pintada como un mimo. No, una persona no sería capaz de traer consigo la desgracia. Ella sabe que nadie podría soportar la peste del infortunio y la calamidad sobre sus propios hombros... aquella aparición no es alguien, es algo. Frida sabe que ahí hay algo. Y no quiere descubrir qué es, ni por qué la busca; sólo desea huir de aquel portador de desdicha, pero no puede estar a salvo, ni siquiera, bajo sus sábanas.