Te conozco desde siempre, casi podría decir que en mi mente aún viven las escenas de cuando nos cambiaban los pañales al mismo tiempo.
Recuerdo que, a los seis años, resbalé del columpio y mi cara pagó las consecuencias.
Tú te acercaste a mi y me ayudaste a levantar, luego, besaste mi mejilla. La cosa más normal del mundo para un par de niños de primaria.
A los catorce, mi atrofiada capacidad deportiva rompió una ventana, el tipo de la casa salió con una pala vieja para darme una lección... y tú me empujaste para que corriera, alcanzando a recibir un fuerte golpe en la espalda, pero no te importó, corriste tras de mi y escapamos juntos con las manos entrelazadas.
Ay, Frankie. Si hubiera sabido que quedarme ahí me llenaría de prejuicios y miedo a la opinión de los demás, me hubiera ido contigo, y no tendría que rogarle al universo que me contestaras por accidente, porque sabiendo que soy yo, ni de broma lo harías.
Al defender a su familia de un asaltante y morir, Alicia es transmigrada a un mundo del matriarcado, donde las mujeres son el pilar y las que mantienen a la familia, mientras los hombres son los que se quedan en casa.
Lo más sorprendente para Alicia no es el sistema en el que se rige la sociedad, los hombres, que no solo son los que dan a luz, si no, que se dividen en dos.
Los oro, la clase baja que tienen tendencia a dar a luz a otros hombres.
Y los jade, la clase alta que tienen tendencia a dar a luz a mujeres.
No solo eso si no que al ser las mujeres un bajo porcentaje, las familias se conforman por un harem de hombres, los cuales no son vistos más que como máquinas de hacer bebés.
La imagen la saque de internet créditos de la imagen a: "Alya".