-Nuestra amistad jamás existió. -habló desde la escalera mientras que el otro idiota le apuntaba con un arma. -Mentí. Mentí en cuanto a todo. Lo que soy, quién soy, lo que somos...nada es real, nunca lo fue. No respondí, no encontraba las palabras. Ahora conocía sus lados opuestos, pero iguales, porque solo le pertenecían a él. Y ahí, inmovilizada como estaba, lloré. Creemos en las cosas que vemos, pero no en las que no vemos. Si te dicen "-Oye, tu mejor amigo por las noches sale a robar." ¿le creerías? Ya, no lo creo. Porque si tu no lo ves, no ves que es ladrón, no crees en eso, para ti solo es tu amigo y quizá no quieras imaginártelo de otra forma. A lo que me refiero es que es difícil creer en lo que no vemos, de lo que no somos testigos. Nuestras vidas pueden estar llenas de incógnitas por esta causa, pero realmente yo nunca creí que mi vida tuviera tantas, que tuviera dos lados, dos caras, al igual que la gente que me rodea. Y noté que hasta yo puedo ser mi propia incógnita.
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