Aquella noche estábamos en la caseta abandonada haciendo una ouija. Yo tenía miedo, pero mis amigos me dijeron que no iba a pasar nada. Cuanto se equivocaban. Fuimos muriendo uno a uno. Ahora queremos vengarnos de aquellos que hacen la ouija y se ríen de nosotros, los espíritus. Una ouija, un juego inofensivo, piensan muchos. Pero no. Y te lo demostraré.
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