El Lobo mira directo a la Luna, parece tranquilo, no aúlla todavía, espera sentado. La Luna hace brillar sus ojos, y él siente que sus ojos son como la Luna, brillan en cualquier oscuridad, incluso cuando nadie puede verlos. Está con la mirada fija, y adentro de su apacible figura se encuentra un gruñido salvaje, se encuentra una rabia casi incontrolable. Observa a la Luna, espera que ella le desaparezca esa rabia y le devuelva la capacidad de dormir. La Luna es su única diosa, es su alma, su espíritu, la calma en un cielo negro.
De vez en cuando un colmillo alumbra tan blanco como ella, pero enseguida lo esconde. Aquel Lobo, apacible y salvaje, tranquilo e iracundo, cariñoso y asesino espera que la Luna le de una respuesta. Sus orejas están alerta y su pelaje comienza a erizarse, toma un respiro, se pone de pie y desde su alma lanza un aullido desgarrador, su rabia se ha ido. Su aullido es respondido por uno mucho más cariñoso, su pareja, su luna en forma de lobo corre hacia él, le mordisquea una oreja y corre abajo de la colina. En medio de una noche que solo es alumbrada por la Luna, el Lobo corre detrás de aquella hembra, y se da cuenta, sin entenderlo, que en esa noche, lo acompañan sus dos amantes. La luz plateada deja de alumbrar los plateados pelajes de los lobos que corren entre los árboles, y la Luna se queda esperando a que el Lobo la necesite una vez más.
¿Qué pasaría si algún día Dios te sorprende con algo que tú no esperabas para nada?.
La vida de Darian y Skye siempre ha sido bastante simple. Han sido mejores amigas desde siempre debido a que su amistad comenzó dentro de la iglesia en la que se congregan. Solo han sido ellas dos. Dos chicas muy diferentes entre sí, pero eso solo hacia de su amistad una muy especial.
En esa misma iglesia también se congregan tres chicos considerados los "inseparables" debido a que siempre están juntos, quiénes son muy ajenos a ellas debido a que nunca han compartido una sola palabra, a pesar de conocerse por casi seis años y verse prácticamente a diario, aunque sea desde la distancia.
Pero por ciertas circunstancias, se ven obligados a convivir entre ellos por primera vez en mucho tiempo. Comenzando ahí la historia de algo nuevo. Un nuevo capítulo se abre en sus vidas, nuevas situaciones y nuevos sentimientos empiezan a surgir.
Experimentando así que los planes de Dios son perfectos, y que las cosas que él tiene para nosotros no suceden ni tarde ni temprano, sino en el tiempo justo, porque Dios nunca se equivoca.
"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Eclesiastés 3:1".