Uno a uno de los folículos capilares de la nuca de Budo Masuta se levantaban de manera armoniosa. En jararquía de importancia, de arriba hacia abajo. Porque los labios de Ayano Aishi bajaban como en escalones, intentando sujetarse a la piel salada de la espalda del karateka. Fue en ese eco silencioso pues, donde el varón tomó aire, y pronunció las tres sílabas. La primera de ellas iniciaba con la presión de sus propios labios, intentando sujetarse a los recuerdos los besos de esa mujer. La segunda, un golpe en la lengua. Y nuevamente pronunciaba en unión de su boca su aferración al sabor que tenían las lúcidas imágenes reales y algunas imaginarias. --Má ... ta... me... -
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