A veces es difícil olvidar el momento en el que conoces a esa persona. Aún recuerdo nuestro primer encuentro, era demasiado perfecto para ser real. Desde ese día pude describirlo en tres simples palabras: Sociable, seductor y astuto. Éramos opuestos, pero entre nosotros existía ese punto cero entre cifras negativas y positivas, en donde ni el tiempo podría cambiar esa ley. ¿A qué me refiero? Después de perdernos, una vez más nos volvíamos a encontrar. Él: Santiago Duran, ahora estudiaba en la misma universidad en la que yo asistía.
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