Y después, oscuridad

Una sombra acechaba a Daniel. Ajeno al peligro, Daniel golpeaba a un desconocido por diversión. Y Toshio... Toshio parecía concentrar todas las desgracias posibles en su infortunada persona.

Mientras que uno solo quería llegar a su casa y descansar después de un día de perros, el otro ansiaba escapar de la jaula de oro en la que se había convertido la suya.

A la sombra, por su parte, ya no le quedaba ningún hogar al que regresar. Solo tenía sus recuerdos, un odio más profundo que el mismo infierno y la férrea determinación de consumar una venganza.

Ninguno de ellos imaginó que el destino se pondría en marcha la noche que sus caminos se cruzaron. Y es que, aunque mil mundos los separaban de una guerra tan antigua como los dioses, ellos iban a ser los que decidieran el curso de aquella batalla.