Ambos animales vivían en el mismo bosque. Eran buenos sobreviviendo, y en la naturaleza no se necesitaba de nada más. El lobo, de pelaje oscuro y ojos amarillos, era el mejor cazador en su manada. Era un macho Beta, que podía derrumbar él solo a un oso. Temido y odiado por los demás lobos, solo su Alfa lo mantenía a raya. El ave, de colores azules y verdes, era el macho con el mejor plumaje y el mejor de su bandada creando nidos. Año tras año, su belleza atraía a las mejores hembras, pero año tras año, el ave perdía su derecho a reproducirse. El mundo de ambos no iba más allá del bosque y del día a día. Fanfarian era un mago travieso. Demasiado travieso para el bien de cualquiera. Él se topó con estos dos buenos especímenes y decidió darles un nombre. Pero no cualquier clase de nombre. Les dio un nombre mágico... Un nombre humano. Y con ello, su forma humana.
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