Inconscientemente lo pedía a gritos, cada noche, mientras lloraba y veía su mundo ser manejado por otros como si de un títere se tratase. Ningún lujo era suficiente. El vacío crecía a pasos agigantados y no había cómo detenerlo . Sin embargo, no todo estaba perdido. Kassandra no sospechaba que quién menos creía y que ella misma había enterrado en lo más profundo de su ser, sí estaba, que no la había dejado y que esperaba el momento indicado para aparecer. Ella no lo veía, pero Él la cuidaba. Una fría noche de diciembre, todo cambió. Ella lo conoció y Él la restauró. Alumbró su camino y la transformó.