Sexo, placer, locura, amor, desengaño. Sólo yo puedo poseer tu cuerpo, sólo yo puedo inundarme de tus labios y recorrer tu perfecto abdomen hasta llegar a tu intimidad y llevarte a la locura. Sólo yo, ¿me entiendes? Eres mío, sólo mío.
¿Así que... qué harías si tuvieras que luchar un montón de batallas para encontrar la verdadera felicidad? ¿Qué harías si tuvieras que luchar un montón de batallas mientras descubres tu maldita orientación sexual, la locura y extasis a la que puede llevarte un buen sexo, lo placentero que puede llegar a ser lo prohibido, lo que no es tuyo, lo que es de otro, y también el dolor que puede llegar a provocar cuando se sale de tus manos? Los celos recorriendo tus venas, marchando por tu sangre, llevándote a perder la cordura, llevándote a perderte a ti mismo. ¿Y qué si hay dos caminos que te vuelven loco, dos hombres que te llevan a abandonar la razón cuando tocan tu cuerpo, cuando besan tus labios, cuando te dicen te quiero? Estas son mis batallas, estos son los demonios que me atormentan, esta es mi historia.
Durante dieciocho años viví en una rutina tan perfecta que parecía una jaula.
Estudiar, dormir, repetir.
Crecer sin ruido. Existir sin espacio.
Harvard era el destino, la promesa de que todo ese esfuerzo serviría para algo.
Pero el destino tiene su propio sentido del humor y los planes también se rompen. Y a veces, cuando lo hacen, te obligan a mirar quién eres en realidad.
Así fue como terminé en International Sciences & Leadership, Atlanta.
Un lugar donde la gente reía demasiado fuerte, donde las noches no acababan nunca y las amistades parecían incendios. Allí descubrí que la vida no era una línea recta ni una lista de metas. Era un desastre lleno de ruido, de nombres nuevos y momentos que no sabía cuánto iban a durar.
Y entonces aparecieron ellos.
Los tres eran distintos, pero juntos parecían un espejo en el que no quería mirarme.
Me empujaron, sin darse cuenta, a vivir por primera vez.
Aprendí a equivocarme. A hablar sin miedo. A romper mis propias reglas. Entre clases, errores y silencios, entendí que crecer no era tan simple como lo pintaban. Que las personas podían ser un hogar o un huracán.
Porque nadie me había enseñado a tener amigos.
Nadie me había enseñado a reírme de verdad.
Ellos no cambiaron quién era.
Solo me mostraron que podía ser algo más.
Y desde entonces, nada volvió a sentirse igual.
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antiguo nombre: Trillizos Park.
► NO adaptaciones.
► Lenguaje vulgar.
► Puede contener escenas explícitas.
✓Heterosexual.
»mintaeyoon.