Un científico de finales del siglo XIX logra descubrir las claves de la denominada «cuarta dimensión» (el Tiempo) y construye un vehículo que le permite viajar físicamente a través del mismo. Mientras tanto sus amigos se reúnen en su casa, pero en una ocasión el anfitrión no aparece. Luego de esperar un rato, sus amigos lo ven entrar en un estado calamitoso. Les cuenta la historia de cómo viajó a través del tiempo: con la intención de conocer el futuro de la humanidad se desplazó hasta el año 802.701, pero lejos de encontrar una sociedad en la plenitud de su desarrollo, ve un mundo en decadencia habitado en su superficie por unos seres hedonistas (los Eloi), pero sin escritura, inteligencia ni fuerza física. El Viajero supone que así debió de terminar la humanidad tras resolver todos sus conflictos existenciales, sin embargo, poco después descubre que estos seres viven con un inmenso miedo al subsuelo y a la oscuridad. El subsuelo está dominado por unas siniestras criaturas, los Morlock, otra rama de la especie humana que se ha habituado a vivir en las tinieblas y sale de noche para alimentarse de los Eloi que captura. Tras hacer algunas exploraciones por los alrededores a su llegada al futuro, vuelve al lugar donde dejó la máquina del tiempo, pero ya no está; más tarde se percatará de que los Morlock la han encerrado en el pedestal de una estatua que representa a una Esfinge situada en el lugar donde apareció el Viajero del tiempo. Hace todo lo posible para encontrar un modo de recuperarla, y se encuentra con una enorme construcción, el Palacio de Porcelana Verde, un museo en ruinas. Allí recoge herramientas para abrir las puertas de bronce del pedestal de la estatua de la esfinge, pero cuando vuelve descubre que ya está abierta. Entra en ella, encuentra su máquina, y descubre que todo fue una trampa, pero escapa con su máquina antes de que los Morlock lo capturen.