La única manera en que Mia podría seguir estudiando y al mismo tiempo pagar por su apartamento es conseguir una compañera de piso pero nada parece salir como ella quiere y cuando resuelve encontrar a alguien con quien vivir, este resulta ser nada más y nada menos que el grosero y atrevido chico que conoció aquel día en el concierto, de sonrisa angelicalmente diabólica y ojos intimidantes.
Ella no está dispuesta a vivir con el pero no le queda de otra, después de gastarse el dinero para pagar el semestre no tiene otra opción que dejarlo vivir en su apartamento y rezar para que los siguientes tres meses de su vida no sean miserables.