¿Quién es esa muchacha que parece sonreírnos, bajo un complicado tocado azul, con una perla como único adorno?
Griet, una muchacha holandesa de dieciséis años, entra a formar parte del servicio en la casa del afamado pintor Johannes Vermeer. Allí, seis niños malcriados campan por sus respetos bajo la volátil mirada de Catharina, la mujer del pintor, su madre, Maria Thins, y un ama de llaves, Tanneke, leal a las dos mujeres que regentan la casa. Griet tiene una manera peculiar, llena de devoción, de mirar lo que le rodea. Una sensibilidad que, a pesar de la distancia que marca la educación y la clase social, coincide con la de Vermeer. Algo que él ha percibido y que le ha llevado a introducirla en su mundo de artista. La intimidad que crece entre ambos, los rumores que producen de la envidia de sus iguales, de la lujuria de Van Ruijven, mecenas del pintor, y de los celos de las mujeres harán que, tarde o temprano, llegue el escándalo.
Ella es una chica rota por dentro, atrapada en una vida que no eligió. Va a la universidad arrastrando una rutina que la asfixia: un padre abusivo al que debe visitar cada fin de semana, una madre que le impone un futuro que no desea, y un entorno que nunca la ha dejado ser libre. Su alma grita en silencio mientras finge estar bien.
Su único refugio es su mejor amigo y un chico que le gusta, aunque nada de eso le da paz. Detesta los cambios, le aterra lo desconocido... hasta que aparece Henry.
Henry es un huracán. Él irrumpe en su vida con una intensidad que la sacude hasta los huesos. Con él, empieza a verse a sí misma, a sentir, a respirar por primera vez. Y se enamora. Se enamora con locura, con el alma desnuda. Le entrega sus secretos, sus heridas, su caos.
Y no está sola. Verónica y Jack, dos almas que la abrazan sin juicio. Y Alex, un niño pequeño que Henry cuida, le devuelve la esperanza y la ternura que creía perdidas.
Entre ruinas y cicatrices, ella se reconstruye. Ya no por los demás, sino por sí misma. Y en Henry, en sus nuevos amigos, y en ese pequeño niño, encuentra algo que nunca tuvo: un hogar.