En su rostro se dibujaba una sonrisa nívea, sarcástica y satisfactoria. Jack temblaba con el solo sentir la cercanía del cuerpo ajeno. El cuero del traje no privaba al otro de sentir el calor ajeno. El Espíritu del Otoño era en comparación, más cálido que su estación consiguiente, Invierno. Un notorio rubor se instaló en las mejillas de Jack, sintiéndose cada vez más y más apenado por la mirada penetrante que el mayor le dirigía. Se sentía tan pequeño y diminuto en aquellos imponentes brazos. Ya no quedaba nada de aquel niño inocente y flacucho que él recordaba. No, lo que tenía frente a él era el cuerpo de un verdadero hombre en pleno goce de su vida. Un gemido ahogado salió de sus suaves labios cuando vio el rostro del castaño acercase a su boca