Derrepente llaman a la puerta - Etgar Keret
  • LETTURE 2,952
  • Voti 93
  • Parti 39
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Completa, pubblicata il ago 12, 2016
«El mejor libro de Keret hasta ahora -el más divertido, oscuro y conmovedor-. Es tentador decir que estas historias son las más kafkianas, pero en realidad son sus más keretescas.» 
Jonathan Safran Foer

«Sus cuentos pueden compararse con fuentes tan diversas como Franz Kafka, Kurt Vonnegut y Woody Allen... [Keret es] un escritor muy divertido e ingenioso y en ocasiones profundo.» 
Kirkus Reviews

Cuéntame un cuento o te mato. Cuéntame un cuento o me muero. Así arranca la nueva colección de relatos de Etgar Keret: con una amenaza para calmar nuestra sed de historias y poder sobrellevar el día a día en este loco mundo, en el que la cara y la cruz se enfrentan continuamente, como en una banda de Möbius. 
En los 38 cuentos de De repente llaman a la puerta, hay muchos ejercicios útiles para aprender a entender otra vida, la soledad, la muerte, la violencia y el índice de Bolsa. Lleno de situaciones absurdas, de humor, de tristeza y compasión, esta colección de Etgar Keret, calificado de «genio» por el New York Times, lo confirma como uno de los escritores más originales de su generación.
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75 parti In corso

No la buscaba a ella, ni siquiera me parecía importante su jodida existencia. Pero la vi. Y eso lo jodió todo. La primera vez que vi a Anastasia, no fue una elección. Fue una coincidencia. Una de esas que se clavan en la piel y te carcomen la cabeza. No era especial. No era alguien que mereciera mi atención. Y, sin embargo, en cuanto la miré, no pude dejar de hacerlo. Me obsesioné. Como un puto animal en busca de presa, la seguí con los ojos, con el pensamiento, con cada maldito resquicio de mi conciencia. No había razón lógica. No había un propósito más allá del deseo irracional de verla temblar. Anastasia no lo sabía, pero ya era mía. Y cuando finalmente la tuve frente a mí, cuando supe que no podría escapar, entendí algo: no era solo deseo. No era solo obsesión. Era el placer retorcido de poseer algo que nunca debí tocar.