A mediados del siglo XV gran parte del mundo era dominado por el imperio turco otomano, los sultanes ejercían sus deseos sobre cientos de estados vasallos que se veían obligados a rendirles tributo. Los príncipes de Valaquia fueron uno de los tributos de su pueblo cuando eran solo niños. Uno de los príncipes era Vlad III, que a la larga fue devuelto a su tierra para ser el rey y seguir las ordenes del sultán turco, rápidamente ganó fama por ser despiadado tanto con los invasores como con su propio pueblo, su sadismo solo se justificaba con su odio hacia quienes lo abusaban de niño y ahora querían exclavisar a su pueblo, esto lo llevó a una rebelión contra el sultán. Los castigos de Vlad estaban hechos para causar el mayor dolor por días enteros y para causar al final una inevitable muerte.