Atracción prohibida

ATRACCIÓN PROHIBIDA

Los sentimientos eran confusos cuando de él se trataba. Recordar la forma en la que me miraba, como se movían sus labios al hablarme, incluso el vaivén de su pecho cuando dormía.
Todo era un caos, y yo estaba ahí, parada en el ojo del huracán.

Y fue su culpa. O fue la mía. O la de ambos. Porque él jugaría ese juego para ganarlo, y yo sabía que iba a perderlo.

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- No tengo la más mínima intención de disculparme contigo.

Sus palabras eran duras. Las lágrimas amenazaban con salir rodando de mis ojos.

- Solo quiero que me dejes en paz, Edward.

- No puedo.

- ¡¿Y que diablos quieres?! -. Espeté, sin contener las gotas saladas.

- A ti, y aunque sé que no podemos hacer esto, necesito que te quedes a mi lado.

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Cuando se trataba de ella, el egoísmo era una de sus mayores virtudes.