Hace millones de años Orvis se vio sumido en una larga y sangrienta guerra, posteriormente llamada la guerra de los diez mil años. Los dragones se enfrentaban entre ellos para decidir quien era digno de poseer el trono de Orvis y reinar sobre todos los pueblos. Con el tiempo, los dragones fueron unificandose en dos bandos, liderados por los dos dragones más poderosos: Espacio y Tiempo. Los años pasaban y ningún dragón daba su brazo a torcer, se rumoreaba que esa guerra jamás terminaría, y ya se empezaba a notar el cansancio y desacuerdo en las líneas de ambos ejercitos. Aquella guerra debía acabar. Cada diez mil años en Orvis, un eclipse lunar tapaba el sol durante todo un día, creando un aura que impedía a los dragones hacer uso de sus poderes, tan sólo podían usar su fuerza y armas físicas, y ese día fue cuando los líderes de ambos bandos juraron terminar la guerra y así demostrar quien era el verdadero señor de los dragones para así gobernar Orvis y unificar a todas las razas que lo habitaban. Ese día, el eclipse ocurrió y los líderes se enfrentaron en una gran batalla, no hubo descanso ni tregua, los dos dragones lucharon a muerte como prometieron y momentos antes de que el eclipse terminase algo sucedió en el campo de batalla. Una gran explosión engulló a los dos dragones, todo quedó en silencio, desde que empezó la guerra el silencio jamás se hizo presente y fue entonces cuando de la explosión emergió un hermoso dragón. Un dragón que parecía haberse sumergido en una galaxia y tener la gran inmensidad del espacio reflejada en sus escamas, el dragón del Espacio Tiempo había nacido de la fusión, la mayor fuente de poder jamás vista. Había nacido el señor de los dragones. Reino la paz después de aquella guerra, pero nadie se imaginaba que un mal mayor se cernía sobre Orvis y que tan solo la profecía de los seis elegidos podría salvar aquel lugar de un final inevitable... LA IRA DE LOS DRAGONES