Cuando yo era una niña, mi padre tenía una nave espacial. Él la levantaba con una sola mano y la ponía delicadamente en la base. Más tarde él iba a el mercado espacial y volvía a casa con un montón de combustible para seguir jugando hasta que se haga de noche y yo tenga que ir a dormir a el árbol donde habitaban las hadas. Me recostaba en su falda hasta que me dormía y luego el me daba mi hermoso osito de peluche todo limpio y perfumado. Yo era una niña muy imaginativa. Recién hoy, un día después que mi padre falleció, me puse a pensar. Todo, era distinto a como yo lo imaginé cuando mis ojos azules eran de una niña soñadora.