La vida de Margaret se ha basado en números, terapias y más números.
Números que indican la vida y otros que van contando los segundos para la muerte.
Relojes vitales que bajan [8...7...6...] , relojes vitales que paran [0....], relojes vitales que nadie entiende pero ella sí.
Ella nunca quiso nada de ello, ella nunca quiso ver los relojes vitales de las personas, ella nunca quiso saber la verdad, ella nunca... quiso conocerlo.
Cuando el reloj vital de la madre de Maggie cae en 0, su mundo choca contra el muro más duro del alma: seguir adelante, sola, sin nadie que la entienda. Su vida recae en las manos de su trabajador padre y de su abuela Anne, quien solo la ayuda al momento de tomar sus pastillas. Nadie la entiende. Nadie sabe lo que ella ve salvo... él.