-Naturalmente, tú eres escéptico -dijo Wellman. Se sirvió agua de una jarra, se colocó una píldora en la lengua y, con ayuda del agua, se la tragó -. Es lógico y comprensible. No te culpo por ello, ni soñarlo. Aquí, en el estudio, había un buen montón de gente que, cuando empezamos a programar a ese chico, Herbert, sustentaba tu misma actitud. Y, entre nosotros, no me importa admitir que yo mismo sentía bastantes dudas respecto a que un programa de esa clase pudiera dar buen resultado en televisión.