Tres años antes de Divergente, antes de que Erudición ejecutara las matanzas ya conocidas para apoderarse de la información que Abnegación planeaba revelar, antes de que Beatrice Prior supiese acerca de su divergencia y en el inminente peligro en el que se hallaría, la ciudad distópica de Chicago, con sus cinco facciones, tenía otros problemas con los cuales lidiar. Uno de ellos eran las transferencias de facción. Muchos transferidos tomaron elecciones inesperadas que alteraron el orden de la ciudad, elecciones que salían del control y de la comprensión de aquellos que apostaban por la infalibilidad de las simulaciones. ¿Acaso alguien puede pertenecer a una facción para la cual no tenga aptitudes? Grandes riesgos, como la probabilidad de ser Sin Facción, son los que corren aquellos como Marina, una chica erudita que se transfirió a Osadía y que intenta demostrar que para pertenecer a una facción se requiere algo más que pura lógica. Chicago nunca fue perfecto, ni antes ni después de que los divergentes se dieran a conocer. La Divergencia fue la gota que derramó el vaso.