Ella tenía tan solo cinco años, no tenía idea de lo que era estar enamorada, mucho menos sabía lo que era el amor, y ni se le ocurría fijarse en chicos. Puaj, eran todos asquerosos. Él tampoco sabía lo que era, pero, al verla todos los días, con su delantal impecable y esa colita de pelo alta con una cinta blanca infaltable lo hizo sentir algo, algo que ninguno a esa edad comprendía lo que era. Decidió contarle a su mamá lo que sentía hacia ella, porque sabía que algo tenía que hacer para llamar su atención. Entonces su mamá le dió una idea. Escribirle cartas a la supuesta chica, ¡todo era perfecto! Nada podía salir mal, ella respondería las cartas que la mamá de él escribiría, y le llevaría una distinta cada miércoles, porque los miércoles eran sus días favoritos.