Luna Celeste

- ¿Que has dicho?- su voz era gutural, profunda, casi como el gruñido de un animal muy enojado, la asusto tanto que lo único que pudo decir, mas bien gritar fue - ¡Suéltame!, me lastimas- él la soltó enseguida y dio un paso atrás, dándole a ella la oportunidad perfecta para escapar, salio corriendo despavorida hacia su clase, como si estuviera huyendo de un monstruo que quería matarla, solamente un poco parecido a la realidad porque Julián no era un monstruo pero de seguro que si que quería matarla.
Estaba tan nerviosa que al llegar a la clase simplemente entró, ni siquiera tocó la puerta o pidió permiso, no le importo llegar al menos quince minutos tarde o que la fueran a regañar, ella solo quería tener testigos por sí a esa bestia gigante se lo ocurría matarla en ese momento. Entró y se sentó en su banco en el frente de la clase, esperando un regaño, pero aunque todos sus compañeros la miraron curiosos, como no pudiendo creer lo que veían, su profesor de matemáticas no le dijo nada, ni siquiera la miro, siguió con la clase como si nada, algo que para ella resultaba extraño, los profesores nunca dejaban pasar faltas como esa, quizá tuvo clemencia de ella porque era su primera vez, la otra opción era que hubiera visto su cara de miedo y considerara que era suficiente castigo para ella.
Julián tenia la misma clase que ella, pero nunca se presento, por lo que él no la había seguido para matarla, seguramente estuviera planeando una forma de torturarla mas tarde, no pudo evitar temblar de miedo, estaba en un gran, gran problema, había hecho lo que siempre había evitado hacer, la única ley silenciosa que el pueblo escondía pero que todos cumplían, ¡se había metido con el chico de oro de Dilerman!