La noche del 31 de diciembre de 1926. Tom Riddle se asomó a la ventana de su habitación, de la cual no volvió a salir nunca más, con una copa de vino en alto, brindando y llorando por su amor perdido. Mientras que, a kilómetros de allí, la mujer que lo había hechizado, daba a luz al hijo que volvería a ver muchos años después, antes de que éste le lanzara la maldición asesina por haberlos abandonado, a su madre y a él.