Owen Slade era un hombre conocido por su habilidad para torturar y matar a sangre fría, una sombra que se movía con precisión letal.
Atractivo de una forma casi hipnótica, su cuerpo estaba esculpido a la perfección, cubierto de tatuajes que contaban historias que nadie se atrevía a preguntar. Sin embargo, incluso alguien tan oscuro y peligroso como él tenía una debilidad: la chica que le robó el corazón.
A pesar de su apariencia severa y su constante aura de misterio, Owen era un hombre de carácter fuerte, celoso hasta lo enfermizo y obsesivamente controlador. No permitía que nada ni nadie interfiriera en sus planes, excepto ella.
Desde hacía tiempo, había comenzado a seguir a una joven de belleza innegable. Su cabello castaño oscuro caía en suaves ondas, y sus ojos, de un azul profundo, parecían contener secretos. Sus labios, carnosos y perfectamente delineados, le daban un aire irresistible, mientras su personalidad dulce y tímida la hacían aún más fascinante.
Para Owen, Yissel era la mujer más hermosa del mundo. Podía estar rodeado de otras mujeres, pero ninguna significaba nada. Todas sabían que sus ojos y su corazón pertenecían solo a ella, a esa chica de mirada de ensueño.
En el mundo de Owen, existían dos versiones de sí mismo. Una mitad vivía entre asesinatos, torturas y oscuridad, mientras la otra se dedicaba a amar, proteger y obsesionarse con Yissel. Ella era su ancla y su tormenta, su salvación y su perdición.
Cada vez que la miraba, susurraba en voz baja, como un juramento inquebrantable:
"Siempre serás mía... solo mía."
Yissel no lo sabía aún, pero para Owen, esa promesa no era un simple juego de palabras. Era una juram elento inquebrantable
Abbie tiene un problema y la solución está en la puerta de al lado.
¡Ella no ha hecho nada malo! Sin embargo, su excompañera de hermandad la ha puesto en un aprieto en donde su futuro universitario pende de un hilo.
Con el tiempo corriendo, pánico y una mejor amiga experta en dar soluciones, Abbie explora las opciones, pero no tarda en darse cuenta de que Damiano, el frío jugador de hockey y su ceñudo compañero de piso, es la respuesta.