Las doctrinas de Dios se hicieron un poco inalcanzable conforme los dedos largos empezaban a rozarle con más frecuencia de manera 'involuntaria'. Lo quería, no había duda de ello y, aunque tuviera que caminar de rodillas hasta Jerusalén, él iba a darse ese 'gusto' que le estaba empezando a volver loco.