Hace muchos años, antes de que el hombre pisará la tierra, o incluso antes de que el mismo planeta tierra existiera, el sol y la Luna estaban enamorados. Se amaban tan profundamente, que si nos pusiéramos a contar en años humanos la cantidad de tiempo que han estado enamorados, sería completamente imposible, porque aún no han inventado una palabra que describa una cantidad de tiempo tan larga, que incluso, siglos y eones se quedarían muy cortos.
Un día, ese maravilloso ser que nadie conoce, que había creado el Universo, decidió crear la tierra, haciendo que el Sol iluminara sus días y la Luna alumbrara sus noches. Provocando que estos se separaran y no pudieran estar más juntos, convirtiéndo aquel amor que se tenían, en imposible. El creador al ver la tristeza que estos dos albergaban, se compadeció de ellos y decidió crear el eclipse, dándoles la oportunidad de encontrarse por un día, cada 18 años, a lo que los humanos no tardaron mucho en ponerles un nombre, llamándolo periodo Saros. Sin embargo, al notar que no era suficiente, el creador decidió hacer una pequeña cosa más. Así, que escribió en las estrellas para que quedará grabado por siempre, que el Sol y la Luna encarnaran en cuerpos humanos cada 4 periodos Saros (72 años), para pudieran vivir ese amor en la tierra, que en el espacio no pudieron.
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuentro con él y mi comentario imprudente en la fila para votar es el inicio de una propuesta que no puedo rechazar, así como tampoco puedo negar la profunda atracción y el inmenso deseo entre los dos.
De la noche a la mañana me he vuelto la futura dama y también he descubierto que soy la obsesión del presidente.