Amar a un persona desde siempre, es sin duda lo mejor y lo peor que puede existir, desde niños pelearme con el fue lo único que podía hacer para llamar su atención, en la adolescencia fue una tortura tenerlo cerca, sin embargo aunque se que fue el peor momento de mi vida, no lo cambiaria por nada en el mundo. Su respiración me atemorizaba. Sus ojos negros, me hacían sentir especial, como si no hubiera nadie más, pero una sensación de desosiego se apoderaba de mi corazón. -Somos más de lo que crees.- Afirma con voz firme.- Desde el momento en que te bese, ya eras mía. Tenlo muy claro, volveré por ti.- Una lagrima se escapa de mis ojos. -¿Cómo te atreves a dejarme?-Pregunto inquieta. Muy en el fondo sabía que no volvería a verlo, al menos no por ahora. -Solo pospongo mi deseo por ti. Te amo.-Unos hombres fornidos y con placas se acercan a nosotros. -Vámonos, ahora debes ir a donde perteneces.-Dice uno de ellos empujándolo bruscamente, un gruñido salió de su garganta. Pero no hace nada para evitar el mal trato. Justo allí me percato de las esposas que llevaba apretadas a sus muñecas. Morí en ese mismo instante.