Y de repente, mi vida volvió a su eje, las ganas de llorar pasaron, me sentí revitalizada. Ahí estaba, ella, no tenía ni idea del impacto que había causado en mi, pero yo le agradecía. Le hice un guiño con mi ojo y ella me devolvió el saludo de una forma amistosa. Estaba como siempre. Hermosa. Sentí el impulso de besarla. Alejé esos pensamientos de mi cabeza, la sacudí fuertemente intentando que salgan disparados en todas las direcciones. No podía ser. Era socialmente incorrecto. Aquello que sentía era imposible, además ella nunca se fijaría en una mujer, lo sé por su forma de ser. Solo que había algo en ella, algo inusitado que me impedía eliminar algún atisbo de esperanza de un sopetón y eso producía en mí la misma sensación que produce una medicina que está haciendo efecto en nosotros.
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