Alicia, su nombre sonaba como una caricia, un susurro en los labios de el. Y es que eran sus ojos los que soñaba cada noche, aquellos ojos que decir que eran verdes es poco, que lo hacían temblar y dudar y el nunca dudaba. Alicia, con la belleza peculiar y pulida que la caracterizaba, Alicia la que bailaba como si no hubiera nadie en la habitación, Alicia, la muchacha que cargaba el aire, mar y playa en sus brillantes ojos verdes, verdes, verdes.