Érase una vez en Bangor Gales, habitaba una princesa rodeada de vegetación que resguardaba la playa, su nombre era princesa Perla, vivía sin sirvientes, era una princesa que servía a su disposición. Tenía una preciosa corona con rubíes impregnados, cambiaba de vestido todo los días, tenía de todos los colores que podrían imaginarse, sus joyas las atesoraba en un cofre pequeño y reluciente e incluso guardaba un cepillo de plata. La princesa Perla vivía su sueño todos los días, aunque a veces tormentos de delirios.