Me levanté aquella mañana. Sabiendo que no podía tener peor amanecer. No sabía hacia dónde caminar, ni qué camino coger... Me acerqué al baño y me lavé la cara, esperanzado, pensando que al caer aquellas frías gotas por mi rostro, me despertaría de aquella fatídica pesadilla... Pero no. no iba a ser así.
No soy de echar balones a tejado ajeno, pero había algo ahí fuera que llevaba un tiempo echándome la zancadilla en cuanto podía. Un tiempo... ya bastante largo. Quiero pensar que ese mismo que me estaba poniendo la zancadilla una y otra vez; un día me daría un buen empujón (quiero pensar).
Puse rumbo hacia el salón, allí, me esperaba aquel solitario sillón pegado a la ventana. Me dejé caer en él; lánguido, pasivo, inerte ... Corrí la cortina para poder ver la calle. Calle que estaba aún más desolada que yo.
Apoyé mis codos sobre mis rodillas y mi cabeza sobre las palmas de las manos. Y como un niño, empecé a llorar. Sin consuelo, desoládamente. Solo quería olvidar todo y recibir el sincero abrazo de alguien. Cogí una almohada y la abracé con todas mis ganas. Pobre almohada, seguro que si pudiera haber echado a correr, lo hubiera hecho. Y me quedé allí, durante un buen rato.
Al cabo de un tiempo alguien se me acercó. Se agachó me dió un beso en la frente y dijo con dulce voz: "Todo está bien, ya estoy aquí contigo".
Abrí los y nadie se encontraba a mi al rededor. Todo había sido un sueño. Un buen o mal sueño, que como últimamente sucedía en la realidad y que solo venían para irse, para ilusionarme, para abandonarme...
Mi chica e' modelo, Gigi Hadid
Yo sigo invicto, como Khabib
Tengo mi vida en Argentina
Tengo mi gente acá en Madrid
Franco me dice que no pare
Que, en par de meses, sueno en París