Susana no era una niña complicada, al contrario, ella era una niña muy simple y, cómo todo niño, a ella le bastaban y embriagaban los simples placeres de la vida, amaba los abrazos, las tardes soleadas en los parques y la televisión.
Su madre había perdido hacía ya mucho tiempo el sentido común para sumirse en los engaños y falso sosiego cuyos ácidos ilegales ofrecían a sus consumidores; pero a Susana no le importaba cuán incoherente podría llegar a ser su madre, porqué Susana no era una niña complicada.
Su padre era un hombre complicado, Susana no podía comprender que pasaba por la cabeza de su padre; no hoy, no mañana, tampoco ayer. Su padre era un hombre de falsos negocios, con olor a tequila barata y abandono. Su padre era un hombre que hacía honor a su olor, Susana no había visto a su padre desde que tenía seis años de edad; pero a Susana no le importaba cuán ausente podría llegar a estar su padre, porqué Susana no era una niña complicada.
Pero había algo que nadie sabía: Susana no amaba a sus padres, Susana sabía que sus padres se sintieron igual, pero Susana no era una niña complicada, así que no dijo nada.
Susana sabía que algún día su padre (El verdadero, ¡Con olor a perfume y caramelos!) se presentaría y la sacaría de este lugar.
Simplemente se limitó a hacer lo que pudo hacer, reír, jugar, ser feliz y esperar. Así que Susana esperó por un largo, largo tiempo.
Aarón era un nigromante, un elegante agente del caos alejado del lado de Dios y todo lo considerado bueno y amable. Aarón era casi tan viejo como el pergamino y tan egocéntrico y desagradable como podía llegarse a ser.
Fue por esa razón que Susana odió a Aarón cuando la adoptó.
Pero resultaba ser que Susana estaba completamente equivocada. Susana descubrió que si lograba atravesar la coraza que Aarón sostenía él simplemente era un niño muy presumido, arrogante y torpe, pero con un buen corazón.All Rights Reserved