La gente continuamente me consideraba diferente, según ellos, tenía algo distinto. Estaba de acuerdo con eso, siempre había vivido, pensado y acutado de una manera desigual a cualquier otro chico de mi edad. Era de ejemplo, hasta aquel momento en el que cometí un error grande. Me sentí igual al resto, era como que mi diferencia se había marchado. Me había equivocado, estaba al tanto de eso, pero el remordimiento era tan grande que no sabía como arrepentirme. Los años iban pasando y el error seguía ahí, cada día crecía más, hasta que me di cuenta, que no todo estaba perdido. Nadie se queda sin segundas oportunidades, y yo, podía volver a marcar la diferencia, pues jamás había dejado de ser Marcos, aquel chico distinto a todos los demás...