Otro día de escuela, estoy de camino y noto que alguien me mira a través del espejo retrovisor del bus, me fijo en ella, puedo ver en su mirada tristeza, frialdad y rigidez; sus ojos una mezcla de miel y chocolate; su mandíbula presionada, y la comisura derecha de sus gruesos labios caída en una triste mueca, me doy cuenta que ha pasado por algo difícil: por su expresión, haciendo que vagamente me pregunte que será. Retiro la mirada para darme cuenta que he llegado a mi destino y como costumbre recojo los lazos de mi mochila para colgarlos en mi hombro izquierdo, noto que la joven que observaba hace unos instantes hace lo mismo, dando orden a lo que pasa entiendo que ella, soy yo.