Estoy bajando las interminables escaleras del sótano, nunca había bajado porque mis padres me lo prohíben, ya que dicen que hay algo ahí abajo. Sabiendo lo curiosa que soy, decidieron ponerle candado a la puerta y guardar la llave, la cual encontré, me deshice del candado y por eso me encuentro aquí, probablemente me arrepienta de esto, pero no hay vuelta atrás. - ¿Hola?- Pregunté un poco temerosa. Había escuchado un ruido justo debajo de mi, talvez solo sea alguna rata, aunque no me sorprendería porque este lugar está muy viejo. Cuando termine de bajar, ya no había ni un rastro de luz y con mis manos intentaba encontrar un lugar donde apoyarme o agarrarme hasta que toqué algo y lo jalé hacia abajo. Se prendió un foco que apenas y funcionaba, pero que era lo suficiente para alcanzar a ver lo necesario. Me volteé y me inmovilicé, no podía creer lo que estaba viendo. Del techo estaba colgando un cuerpo, este estaba cubierto con una manta llena de polvo y se alcanzaba a ver manchas de sangre seca. Me acerqué lentamente, dudando entre si es buena idea seguir aquí y quitar la manta o salir corriendo de aquí y mudarme a Canadá. Decidí acercarme, tomé la manta de un lado, la jalé y... OH POR DIOS! -Un niño...- Dije susurrando con tristeza. ¿Quién pudo haberle hecho esto? Me quedé de piedra al notar que el cuerpo se estaba moviendo, pero reaccioné y me alejé, la cabeza del niño, que estaba colgada, se levantó y sus ojos estaban completamente blancos. Grité desgarradoramente por tal escena que acabo de presenciar, mi garganta ya estaba seca y me empezaba a doler, pero eso no fue motivo para dejar de gritar, el motivo fue que el niño dijo mirándome fijamente: -Shh...Él te escucha...
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