La primera impresión jamás suele ser buena y las segundas tampoco variaban mucho, fue lo que pensó, aunque debía reconocer que nunca esperó, ni en sus más locos sueños, exceptuando los de adolescente hormonal, que esto pasaría. Realmente se hubiera reído en su propia cara cuando negó en rotundo que esto ocurriría, porque en su vida creyó que se vería enredado en esto y con alguien como él.
No me malinterpreten, no es una queja, en lo absoluto, es más bien una observación y, aún con las sábanas enredadas en sus piernas y sus ojos clavados en aquella espalda, puede asegurar que lo importante no son las primeras o segundas impresiones, sino, hasta donde puede llevarte quien te las deja.