No es fácil aceptar que alguien que en un tiempo te quiso, ya no lo hace más, es profundamente doloroso, sientes un vacío inconsolable, que te quema por dentro y no sabes cómo detenerlo.
Las noches parecen pesadillas. Tratas de conciliar el sueño aunque lo único que logras hacer es empapar la almohada de llanto y tus pulmones de tabaco.
Quieres regresar el tiempo, buscar aquel momento en el que todo fue mal, buscar tus errores y remediarlos para traer a esa persona de vuelta. Abrazarla y besarle una vez más. Seguir teniendo la perfecta imagen antes de que te lastimaran y te rompieran en mil pedazos. Sin embargo es imposible.
No hay nada más por hacer. Ojalá tuviéramos un botón dentro con la opción de borrar sentimientos, todo sería sencillo. Los años que pasarías superando podrían ser más favorables para tu vida, encontrarías realmente la felicidad y no pasarías llorando en tu habitación todos esos días.
Al final, abres los ojos, y luego despiertas un día y nada es igual.
Las cosas alrededor siguen intactas, el color de las paredes, el vaso sobre el escritorio que dejaste anoche del cual solo tomaste unos sorbos, los zapatos bajo tu cama, la ropa que traes puesta; todo sigue igual. Aunque dentro de ti hay algo diferente.
Tan sólo miras atrás y vienen a tu mente pequeños fragmentos de recuerdos. Qué rápido pasa el tiempo ¿No?
En un pestañeo todo pasa, miras el calendario y los años te han consumido, aunque sigues sonriendo, viviendo, bailando, cantando aunque te falte un pedazo que se fue y nada ha podido llenarlo, ese pedazo que fue el amor de tu vida.