En la casa de Marcos todo está de cabeza. Nada de lo que encierra su presente es algo que él hubiera imaginado cuando era chico. Su mamá no puede con todo, y él no puede con nada. Ojalá toda la magia con la que creció fuera real, pero no lo es, y ahora, le toca remarla solo.
Un hijo preso y otro drogadicto, no son un orgullo para ninguna madre, por lo que su madre apuesta su fe en Marcos, su tercer hijo. Ella lo espera, siempre lo espera, lo espera incluso cuando él sale de su casa enojada y frustrado. Marcos, se va cada vez que se frustra se va. Se va y no vuelve, y cuando vuelve, no quiere que lo miren a los ojos;>> porque quizás, puedan notar lo rojo que los tiene.
'Marcos fuma porro y se ríe. Se siente bien. No tiene un hermano preso ni una madre golpeada. Sólo está él, y él, no puede hacerse daño, o sí, pero quizá...ya sea demasiado tarde. "¡Perdón mamá!"
Para Park Sung-hoon, el matrimonio es solo un trámite necesario para asegurar su herencia y mantener el control de la empresa familiar. Para Loa, es una salvación inesperada cuando está al borde de perderlo todo.
Un contrato, seis reglas estrictas y un acuerdo sin emociones de por medio... o al menos, eso creen.
Loa y Sung-hoon no podrían ser más diferentes: ella, una artista soñadora con un pasado lleno de cicatrices; él, un heredero frío y calculador que solo ve el amor como una distracción innecesaria. Pero a medida que la convivencia se vuelve inevitable y las líneas entre el deber y el deseo comienzan a difuminarse, ambos descubrirán que el mayor problema no será fingir ser una pareja perfecta, sino evitar que los sentimientos reales destruyan el trato que los une.
Porque en este juego de conveniencia, el amor nunca fue parte del contrato... ¿o sí?