Ella era una princesa en su comunidad. Él un chico que jamás aspiró volverse un príncipe. Él se enamoró de ella, de su sencillez, de su delicadeza y de sus ojos. Pero sabía que ella era prohibida, aún así no podía evitar estar enamorado. Le gustaba hablar de ella pero era peligroso decir su nombre, entonces la apodó como: "La muñeca de porcelana" porque le recordaba a una. Él nunca había tenido una de esas muñecas pero las había visto varias veces. Siempre decía que lo más similar que tenía ella a una muñeca de porcelana era que; jamás se rompía, ni sangraba, ni lloraba. Era la creación más perfecta al menos para él. O eso pensó.