Era como si ese no fuera su nombre, ¿tenía acaso uno? No lo recordaba, pero tampoco le importaba; se sumía cada vez más en las letras sobre el papel frente suyo, letras que solo él podía leer, que solo él era capaz de comprender. Las personas se levantaban de sus asientos conforme escuchaban su nombre ser arrojado al denso aire, pronto, Dalessio era el único sentado. Ni un parpadeo. Sentado entre un mar de gente que se movían como olas en un día de tormenta.