Rubén es un joven violinista de 19 años, un poco tímido. No suele tener gran cantidad de amigos. Ni siquiera el sabía de donde había tomado tanto valor para tocar frente a tantas personas en grandes auditorios. Le encantaba, era claro, pero era tan paranoico que sólo se enfocaba en disfrutar las melodías y hacerlas perfectas, ya que, según el, cualquier error le haría caer y su público estaría decepcionado. Sí, le importaba mucho lo que dijera o pensara su público sobre éste. Disfrutaba tocar bellas melodías con su compañero. Aquel violín blanco que le había regalado su madre cuando tenía apenas 8 años. No podía tocar en sus conciertos sin el, Rubén decía que era de mala suerte.