Sé que hay alguien, alguien que encaja a la perfección conmigo. Sé que una parte de mi corazón pertenece a una persona especial. No sé quién es, ni si lo conoceré, pero solo sé que todos hemos nacido teniendo a nuestra media naranja. Algunos tienen la suerte de conocerse, otros simplemente sueñan. A veces soy esa clase de chica, con la duda de cómo será su destino.
Mi nombre es Hera. Soy de esas que le gustaba pasar desapercibida. Vivía con miedo a equivocarme, miedo a callar, miedo a confiar, miedo a sus opiniones ... hasta que lo encontré.
Iba al instituto, aquél era mi último año. Podía decidir cómo recordarlo. Como siempre lo había hecho o arriesgándome. Esa idea no me entusiasmaba mucho, en cambio a ellas si. Mis amigas eran muy distintas a mí, a pesar de ello no podría imaginar mi vida sin alguna de ellas. Solían hacerme reír, hacían que intentara, me ayudaban a levantarme. Ellas no me esperaban en la meta sino que corrían conmigo. A mi en cambio me gustaba la soledad, aunque tenerlas a mi lado era una gran suerte.
Mi instituto era privado, llevábamos uniforme, y yo era la típica niña buena. No creí que pudiese cambiar pero desde aquél momento, mi sueño se hizo realidad.
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuentro con él y mi comentario imprudente en la fila para votar es el inicio de una propuesta que no puedo rechazar, así como tampoco puedo negar la profunda atracción y el inmenso deseo entre los dos.
De la noche a la mañana me he vuelto la futura dama y también he descubierto que soy la obsesión del presidente.