Mientras me debatía entre la vida y la muerte, en coma, entubada por dos meses con pronóstico reservado, donde los médicos creían imposible mi recuperación, mi mente congestionada por fuertes medicamentos, vivía una historia alucinante, fría y tormentosa. Cuando ya me hallaba totalmente perdida, sin que nadie pudiera hacer nada, un grito desgarro las fibras de mi alma "¡Jesus! Sacame de aquí, sólo tu puedes", Jesús escucho y comence a salir del laberinto donde me hallaba, porque para Dios no hay nada imposible.