Encantadores, manipuladores, extravagantes, ansiosos de poder, ilusiones y pecados, ¿por qué robar la inocencia de una persona y destruirla en sus manos? ¿por qué dejar a todas esas chicas sin aliento, engatusándolas con sus artimañas, mintiéndoles con un mejor mañana, haciéndolas adictas a una miel que pronto les sabrá amarga? ¿por qué arrebatar su ferocidad, su seguridad y sus anhelos? ¿para alimentar sus básicos deseos? ¿o para devolverles un pedazo de mismos del que siempre carecieron? Y sobre todo ¿cuál es la razón por la que todas caemos por hombres como aquellos? Embriagantes, que te usurpan hasta lo que uno creía que no poseía, los mismos rompecorazones que se esconden bajo el disfraz de caballeros para culminar siendo el que dicta la sentencia de muerte de todas tus felicidades. Porque un dios joven lo toma todo, y jamás pide permiso.